La Contribuiciones de Humberto Maturana a
las Ciencias de la Complejidad y a la Psicolog�a
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La noci�n del lenguaje
Otra de las m�s importantes contribuciones de la mirada de Maturana a la psicolog�a
contempor�nea es su teor�a del lenguaje. Para Maturana, el lenguaje como fen�meno de
la vida pertenece a la historia evolutiva de los seres humanos. Maturana (1988) muestra
c�mo el lenguaje ocurre en el fluir de coordinaciones consensuales de coordinaciones
consensuales de conducta. Concordantemente, cada palabra (como sonido o gesto) no
indica nada externo a nosotros, sino que es un elemento en el flujo de coordinaciones de
coordinaciones de haceres y emociones que toman lugar en el vivir juntos en el lenguaje.

De hecho, son precisamente estas coordinaciones del hacer y el emocionar que toma
lugar en la coexistencia en el lenguaje lo que constituye el significado de las palabras.
Maturana usa la palabra lenguajear para enfatizar el car�cter din�mico relacional del
lenguaje. Pero Maturana va a�n m�s lejos y usa el t�rmino conversaci�n para referirse al
entrelazamiento de las coordinaciones de coordinaciones conductuales consensuales y
las emociones que ocurre al vivir juntos en el lenguaje.

La posici�n de Maturana revierte el punto de vista cl�sico empirista que ve al lenguaje
como una simple transmisi�n de informaci�n de un individuo a otro. La teor�a del lenguaje
de Maturana explica las condiciones de constituci�n del fen�meno del lenguaje. Las
perspectivas empiristas del presente no son explicativas porque ellas no describen las
condiciones de constituci�n del lenguaje, y s�lo describen las regularidades de su
operaci�n. Las coordinaciones consensuales de coordinaciones de conducta
consensuales es la operacionalidad que constituye al lenguaje y lo que toma lugar en �l.
La mirada de Maturana de que toda la vida humana ocurre en conversaciones tiene dos
implicaciones b�sicas con respecto a la temporalidad. Una es que explica a la existencia
humana como tomando lugar en un continuo fluir de lenguajeo y emocionamiento (NT: en
un continuo fluir de lenguajear y emocionar); y la otra es que la vida humana es vivida
en el presente, en el aqu� y ahora. De acuerdo a �l, la temporalidad es una manera de
explicar la experiencia del flujo de eventos, y no una dimensi�n del universo. Parte de
nuestro problema existencia surge de no darnos cuenta de esto.

El lenguaje y el lenguajear
Maturana ha propuesto en otros art�culos (Maturana, 1978 y 1990) que las operaciones
que constituyen eso que nosotros los seres humanos vivimos como lenguaje y lenguajear
en el proceso de nuestro vivir, toma lugar en nuestro dominio relacional como una
manera de vivir en interacciones recurrentes en lo que un observador ve como
coordinaciones consensuales recursivas de coordinaciones consensuales de conducta.

En otras palabras, �l afirma que el lenguaje y el lenguajear no son fen�menos fisiol�gicos
o estructurales del organismos o de su sistema nervioso, y que lo que pasas en el
lenguaje y el lenguajear no puede ser explicado o entendido como rasgos estructurales,
funcionales o din�micos de la din�mica estructural del organismo y de su sistema
nervioso, porque ellos son fen�menos del dominio de operaci�n del organismo como
totalidad en el medio. Adem�s, �l afirma que lo que �l ha dicho con relaci�n al lenguaje y
el lenguajear se aplica a todos los fen�menos que surgen en la expansi�n recursiva
hist�rica de la operaci�n en el lenguaje de una comunidad lenguajeante.

Maturana sostiene que como seres lenguajeantes vivimos en un mundo de objetos que
surgen en el lenguajear. De hecho, �l afirma (ver Maturana, 1995, los objetos surgen en
el lenguajeo en la primera recursi�n del fluir en coordinaciones consensuales de
coordinaciones consensuales de conducta que el lenguaje es. Cada recursi�n, en el fluir
de coordinaciones consensuales de coordinaciones consensuales de conducta en el que
nosotros estamos cuando lenguajeamos, genera un objeto, y cada recursi�n produce
una clase diferente de objeto de acuerdo a las circunstancias relacionales en las que
toma lugar.

En esta din�mica, cuando un objeto surge en la primera recursi�n en las coordinaciones
consensuales de conducta, la distinci�n del objeto surge en la segunda recursi�n. A
medida de que los objetos son distinguidos, otra recursi�n en el fluir de coordinaciones
consensuales de conducta (una tercera recursi�n) distingue la relaci�n entre objetos, y
la posibilidad est� abierta para la constituci�n de un domino de relaciones cuando las
relaciones de relaciones son distinguidas en una siguiente recursi�n. En t�rminos m�s
generales, debido a que en cualquier nivel de recursi�n las conductas consensuales
coordinadas se convierten en objetos, y as� en fundamento para distinciones recursivas
adicionales, cualquier nivel de recursi�n puede recursivamente convertirse en un domino
de objetos que opera como nivel de base para recursiones adicionales.

De acuerdo a Maturana, cuando el lenguajear se expande como una manera de vivir
juntos en las interacciones recurrentes del vivir juntos como miembros de una comunidad
lenguajeante, el lenguajear sigue las complejidades cambiantes del vivir juntos y se
convierte en una fuente de complejidades adicionales, constituyendo una red de
entrecruzamientos de coordinaciones consensuales de coordinaciones consensuales de
conducta que generan toda la complejidad de vivir en el lenguaje. En relaci�n al
observar, el dijo: el observar surge como una operaci�n en una segunda recursi�n que
distingue el distinguir; esto es, en la distinci�n del observar, el observador aparece; y la
auto-consciencia aparece en una recursi�n de cuarto orden en la que el observar al
observador toma lugar. En t�rminos m�s generales, la operaci�n en cualquier dominio de
objetos puede llegar a ser el fundamento para la generaci�n de un dominio de
consciencia y auto-consciencia (Maturana, 1995, pp. 154)

De acuerdo a esto, el terapeuta opera al guiar a su cliente a que opere en la auto-
consciencia que toma lugar como una cuarta recursi�n.


La emoci�n y el emocionar
De acuerdo a Maturana, lo que est� impl�cito cuando hablamos de emociones son
disposiciones din�micas corporales que especifican el dominio de acciones en la que el
organismo se mueve. Para Maturana la emoci�n define la acci�n. Es la emoci�n la que
define cu�ndo un gesto dado es una agresi�n o una caricia. De acuerdo a Maturana
nosotros siempre estamos en una din�mica emocional, en un fluir de un dominio de
acciones a otro en la historia de interacciones recurrentes en la que vivimos.

De hecho, el afirma que nosotros aprendemos nuestro emocionar mientras vivimos con
otros desde el �tero (Maturana y Verden-Z�ller, 1993). De acuerdo a Maturana, cuando
lenguajeamos, nuestro lenguajear y emocionar est�n entrelazados, de tal manera que
nuestro fluir emocional es afectado por nuestro lenguajear, y nuestro lenguajear en
afectado por nuestro fluir emocional. Nuestras emociones, tanto las de los otros,
cambian como resultado de nuestras palabras; y nuestras palabras cambian como
resultado de el cambio en nuestras emociones. En mi opini�n, esto es lo que pasa en la
psicoterapia en la interacci�n entre el psicoterapeuta y el cliente, cuando el emocionar y
las palabras de ambos, el cliente y el psicoterapeuta, cambia como resultado de su
interacci�n. De acuerdo con Maturana, hay una interrelaci�n integral entre el emocionar
y el lenguajear desde la ni�ez, de modo que lo que es conocido como fen�meno
cognitivo es desde el comienzo una unidad entre el emocionar y el intelecto (Maturana y
Verden-Z�ller, en prensa)


El rol del sistema nervioso en la conservaci�n del acoplamiento estructural entre
el sistema viviente y el medio
El sistema viviente como sistema determinado estructuralmente opera en un
acoplamiento estructural din�mico con el medio (Maturana, 1978 y 1987). Si ese
acoplamiento estructural din�mico se pierde, el sistema viviente se muere. La conducta
de un sistema viviente en la realizaci�n de su vivir que toma lugar en las relaciones e
interacciones del sistema viviente y el medio, ocurre a trav�s de los cambios
estructurales del sistema viviente en la conservaci�n de su acoplamiento estructural.

Maturana (1995) propone que el sistema nervioso opera como una red neuronal cerrada
y que participa en la conservaci�n del acoplamiento estructural entre el sistema viviente
y el medio a trav�s de cambios estructurales que sufre contingentes al fluir del vivir del
sistema viviente. Adem�s, Maturana afirma que el sistema nervioso participa en la
realizaci�n del vivir del sistema viviente a trav�s de correlaciones senso/efectoras que �l
genera, dando lugar a los cambios estructurales en el sistema viviente que se adecuan a
los cambios estructurales del medio porque su estructura ha cambiado contingentemente
al fluir de las interacciones del sistema viviente cuando realiza su vivir en ese medio.
Adem�s, Maturana mantiene que el sistema nervioso no opera con representaciones del
medio, y que �l opera generando correlaciones senso/efectoras internas y externas en el
organismo que son operacionalmente efectivas en relaci�n con la realizaci�n de su
manera de vivir.

Para un observador de un organismo en el fluir de sus interacciones en la realizaci�n de
su manera de vivir, parece como si el sistema nervioso estuviese haciendo
computaciones para acomodar la conducta del organismo a los rasgos que �l o ella ve en
el medio, pero no hace eso. El organismo y el sistema nervioso en �l, operan como
sistemas determinados estructuralmente que se deslizan en congruencia estructural con
el medio en la realizaci�n del vivir del sistema viviente, porque sus estructuras
respectivas cambian en el acoplamiento estructural del uno con el otro y el medio a
trav�s de la realizaci�n de la manera de vivir del organismo, y ambos, el organismo y el
sistema nervioso, se desintegran cuando este acoplamiento estructural se pierde
(Maturana, 1995, p. 162)


Noci�n de auto-consciencia
Como ya lo dije anteriormente, Maturana propone que la auto-consciencia es una
operaci�n en el lenguaje que toma lugar como una cuarta recursi�n en el fluir de las
coordinaciones consensuales de coordinaciones consensuales de conducta. La auto-
consciencia como una operaci�n relacional en el lenguaje, por lo tanto, no toma lugar en
el cerebro, y no es un fen�meno neurofisiol�gico, ni un producto de la operaci�n del
sistema nervioso, a�n y cuando la operaci�n del sistema nervioso es necesaria para que
ella ocurra.

En nuestra experiencia, sin embargo, cuando nosotros nos distinguimos a nosotros
mismos distingui�ndonos a nosotros mismos, la consciencia aparece como propiedad o
habilidad del s�-mismo (self) que aparece como una entidad que requiere localizaci�n. Es
debido a la manera de operar del sistema nervioso en nosotros como sistema nervioso
lenguajeante, y hasta el grado que ha llegado a ser as� en cada uno de nosotros en
nuestras historias particulares de seres lenguajeantes, que permite que nosotros
vivamos las experiencias de auto-consciencia en la soledad, y, como consecuencia, el
experienciar el s�-mismo y la consciencia como localizados en nuestro cuerpo.

Maturana (1995) mantiene que la auto-identidad surge como objeto en una mirada
reflexiva, y que es el lenguaje la que la hace posible. Lo que �l dice es que la auto-
consciencia es la distinci�n de una identidad relacional que surge en el lenguaje tratado
como objeto en una reflexi�n en el lenguaje. Esto es, la auto-consciencia es una
operaci�n en el lenguaje en el que tanto la corporalidad como la din�mica del ser
lenguajeante aparecen como objetos. Para que esto pase, la distinci�n del objeto debe
ya de haber surgido en el observar, de modo que las relaciones pueden ser objetos
tambi�n.

Percepci�n e ilusi�n
Otra contribuci�n b�sica de Maturana para el entendimiento de la existencia humana es
que la experiencia humana (auto-distinci�n) es una condici�n primaria para explicar la
cognici�n como fen�meno biol�gico. Esto significa que nosotros explicamos nuestras
experiencias con nuestras experiencias. En este nivel de experiencia no es posible
distinguir entre ilusi�n y percepci�n. Debido a que es solamente a trav�s del lenguaje
que los seres humanos pueden explicar sus experiencia y asimilarlas en su praxis del
vivir, entender es el ver una experiencia en un contexto m�s grande de experiencias en
el dominio de las conversaciones.

Todo el reordenamiento racional cognitivo que podemos elaborar est� basado en
premisas t�citas que han sido provistas por experiencias inmediatas cuando ellas
aparecen en el lenguajear y el emocionar. En palabras de Maturana: "Todo sistema
racional est� fundado en premisas b�sicas aceptadas a priori a trav�s de las
preferencias(emociones) de uno, y es por esto que no es posible convencer a nadie con
un argumento l�gico si no hay una aceptaci�n com�n a priori de esas premisas b�sicas"
(Maturana, 1988, p. 17).

Desde la perspectiva de la terapia, esta afirmaci�n invalida la mirada racionalista que
sostiene que a trav�s de la pr�ctica de la l�gica humana es posible cambiar las
emociones de los pacientes (Ellis, 1985; Beck, 1976). Tal cambio es posible solamente si
el paciente cambia sus premisas aceptadas emocionalmente a trav�s del emocionar
impl�cito en las interacciones con el terapeuta durante la conversaci�n l�gica y racional.

El multiverso
Si, como Maturana apunta, el observador no puede tener acceso a una realidad objetiva
independiente, y si, como el establece en su "Ontolog�a del observar" (1987), el
observador es constitutivamente participante de lo que �l o ella observa, entonces lo
que el propone es evidentemente radical: el pasaje de un Universo, esto es, de una
realidad objetiva �nica que es la misma para todos, a un Multiverso, en el que hay
tantos dominios de realidades como hay dominios de coherencias de la experiencia del
observador que son vividos como dominios de explicaciones de las experiencias con
coherencias de la experiencia.

Tal y como Maturana apunta, en la mirada del Universo como un �nico (single, solo)
dominio de realidad, la validez de una afirmaci�n se apoya en sus conexiones con la
realidad objetiva del Universo. En contraste, en la mirada del Multiverso, la validez de
una afirmaci�n se apoya en sus conexiones con las coherencias experienciales del
dominio de realidad al cual pertenece. En estas circunstancias, desde el punto de vista
de la terapia, la existencia de estas dos manera de encarar la pregunta por la realidad
(y, por lo tanto, la existencia de dos diferentes visiones de lo que pasa en la vida diaria
de quienes nos consultan, de dos diferentes concepciones de lo que ocurre en las
transformaciones que toman lugar como resultado de la terapia) implican dos diferentes
maneras de hacer terapia.

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