La Contribuiciones de Humberto Maturana a
las Ciencias de la Complejidad y a la Psicolog�a
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En el primer caso, cuando el terapeuta cree que existe ah� un universo al que �l o ella
tiene un acceso privilegiado, �l o ella act�a como el portador de la verdad que puede
ser directamente transmitida al paciente. En el otro caso, el terapeuta no se ve a s�
mismo como el portador de la verdad, y pasar� a considerar que el mundo generado por
el paciente es el �nico mundo posible para �l o ella bajo sus circunstancias presentes.
En este �ltimo caso, la tarea del terapeuta ser� la de ayudar al paciente a entender el
mundo que �l o ella genera como una apertura para la disoluci�n de su sufrimiento. El
primer caso corresponde al enfoque racionalista (Ellis, 1985; Beck, 1976), y el segundo
al enfoque constructivista evolucionario o postracionalista de la psicoterapia (Guidano,
1991b; Mahoney, 1991; Ruiz, 1992).


El concepto de cultura
Para Maturana y Verden-Z�ller (1993) la existencia humana toma lugar en el espacio
relacional del conversar. Esto significa que, a�n y cuando desde una perspectiva
biol�gica nosotros somos Homo sapiens sapiens, nuestra manera de vivir, es decir,
nuestra condici�n humana, toma lugar en nuestra forma de relacionarnos unos con otros
y el mundo que generamos en nuestra vida diaria a trav�s del conversar. El mantiene
que una cultura es una red cerrada de conversaciones, y que un cambio cultural toma
lugar en una comunidad humana cuando la red de conversaciones que la define como
tal, cambia.

Una cultura como una red de conversaciones (coordinaciones de lenguajear y
emocionar) es conservada cuando los miembros de la cultura se hacen miembros de ella
y la realizan al vivirla. Como tal, la identidad de los miembros de una cultura surge
continuamente de nuevo cuando ellos viven la cultura que ellos integran. Tal identidad
puede cambiar si las personas cambian la red de conversaciones en las que ellos
participan. Su identidad (emocional y conductual) no preexiste como un rasgo de la
cultura, sino que surge momento a momento cuando ellos generan con su conducta la
cultura a la cual pertenecen.

La Biolog�a del Amor
Maturana (y Verden-Z�ller, 1993) es el primer cient�fico que explica el amor. En su
proposici�n, el amor no es una cualidad, o regalo o virtud, sino que es un fen�meno
biol�gico relacional. De acuerdo a �l (Maturana, 1993), el amor consiste en una
conducta o clase de conductas a trav�s de las cuales el otro aparece como un leg�timo
otro en coexistencia con uno en circunstancias que el otro puede ser uno mismo. De
acuerdo con �l, no es un asunto de legitimar al otro, o de hacer cosas intencionalmente
para legitimar al otro, es un asunto de la conducta a trav�s de la cual la legitimidad del
otro no es negada, a�n en el desacuerdo. De acuerdo con �l, el amor es un fen�meno
biol�gico b�sico, y es la emoci�n que constituye la existencia social.

Maturana cree que nos enfermamos al vivir una manera de vivir que sistem�ticamente
niega al amor. Maturana afirma que el proceso terap�utico es siempre el mismo,
cualquiera que sea la forma de psicoterapia, y que es lograda cuando el terapeuta tiene
�xito, a trav�s de la interacci�n con el paciente, en guiarlo a �l o ella, consciente o
inconscientemente, a abandonar la negaci�n sistem�tica de s� mismo y de otros a
trav�s de recobrar la biolog�a del amor como el hilo central de su vivir (en Ruiz, 1994,
pp. 13).

RESUMEN
La contribuci�n de Humberto Maturana Romes�n a las ciencias de la complejidad y al
entendimiento de la experiencia humana, se deriva de su explicaci�n del observador a
trav�s de lo que �l llama el dominio de las ontolog�as constitutivas. Este dominio
aparece cuando �l responde a la pregunta sobre qu� es lo que los humanos hacen como
observadores. En su mirada, el observador es revelado como alguien que opera en el
lenguaje como participante constitutivo en todo lo que �l o ella hace como ser humano.
La mirada recursiva, circular y sist�mica de Maturana est� presente en sus reflexiones y
en toda su argumentaci�n explicativa. Si mantenemos esto en mente, podemos ver que
sus contribuciones pueden sumarizarse como sigue:

Una mirada sist�mica, circular, no linear de los sistemas vivientes que nos lleva al
entendimiento de la vida como un proceso de conocimiento en la realizaci�n del vivir en
congruencia con un medio.

El car�cter ontol�gico no trascendental (su car�cter de ontolog�a constitutiva, en
t�rminos de Maturana), y la potencia explicativa de su propuesta en relaci�n con el
entendimiento de la experiencia humana.

Su descripci�n de la relaci�n entre el observador y lo observado que lo gu�a a considerar
al observador como un participante activo y constitutivo en todo lo que �l o ella
observa. Aqu� el tanto el observador como la realidad emergen como explicaciones de
las experiencias del observador y no como entidades trascendentales.

Sus explicaciones terminan con la separaci�n de la mente y el cuerpo y con la
suposici�n de que la mente tiene una localizaci�n en el cerebro. En sus proposiciones la
mente es entendida como un fen�meno relacional que pertenece a la din�mica de
relaciones del organismo.

Su entendimiento completamente consistente y no reduccionista.

Sus explicaciones del sistema nervioso como una red neuronal cerrada que no opera con
representaciones del medio ni con s�mbolos.

Su mirar al conocimiento como acci�n efectiva y no como representaci�n de una
realidad independiente.

Su propuesta de una teor�a de emociones y un lenguaje.

Finalmente, su mirar a la cognici�n como un fen�meno biol�gico que pone fin a la
creencia en el conocimiento objetivo.

Hay una contribuci�n adicional significativa de Maturana; que es un resultado de su
teor�a de la cognici�n y su entendimiento de los seres humanos como seres
lenguajeantes, y es lo que �l llama la biolog�a del amor.

En el fondo, la mirada sist�mica de Maturana de la experiencia humana conduce a un
cambio en el entendimiento de lo humano. Yo pienso que una de la principales
consecuencias de esto es una re-evaluaci�n de las emociones como el fundamento de
la vida humana y hasta de la racionalidad. Adem�s, en estas circunstancias el acto
terap�utico aparece obviamente como un acto en las emociones del paciente.

En otras palabras, de acuerdo a Guidano (1991b) el terapeuta tiene que ser reconocido
como un perturbador estrat�gicamente orientado de las emociones de sus clientes.
M�s tiempo tendr� que pasar antes de que podamos evaluar la enorme contribuci�n de
Maturana al entendimiento de la experiencia humana en el campo de la psicolog�a.

Este trabajo intenta presentar sus m�s importantes contribuciones en un esfuerzo de
hacerlas m�s entendibles. Yo estoy consciente de que mi inclinaci�n para escoger estas
contribuciones tambi�n representa mis prejuicios personales, o mis "premisas a priori", en
t�rminos de Maturana.

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Ruiz, A. B. (1994). Que nos pasa cuando estamos deprimidos. Instituto de Terapia
Cognitiva. Santiago de Chile.


NOTAS:
(1) Direcci�n para correspondencia a Alfredo B. Ruiz, Instituto de Terapia Cognitiva,
Casilla 16045, Correo 9, Santiago, Chile. Request for reprints of the original paper: e-
mail:
aruiz@inteco.cl.
Nota del autor: Estoy muy agradecido a Humberto Maturana R. por su ayuda y apoyo
para escribir este art�culo.
(1b) Direcci�n para correspondencia a Fernando Gonz�lez, Luis de la Torre 77 Ote., Col.
Chapultepec, CP 80040 Culiac�n, Sin. M�XICO. Tel (67) 16-4185. E-mail:
fergon@uas.uasnet.mx
This article has been published in the Journal of Constructivist Psychology, 9: 4 (oct.-
nov. 1996) pp.283-302. This article would be freely quoted according with the APA form
in the following way:
Ruiz, A.B. (1996). The constributions of Humberto Maturana to the sciences of
complexity and psychology. Journal of Constructivist Psychology, 9, 4 pp. 283-302.



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