La Contribuiciones de Humberto Maturana a
las Ciencias de la Complejidad y a la Psicolog�a
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Concordantemente, a�n y cuando el dominio de interacciones y relaciones de un
sistema como totalidad est� determinado por su organizaci�n, sus interacciones
actuales y relaciones como tal toman lugar a trav�s de la operaci�n de sus
componentes. El resultado de esta situaci�n es doble: por un lado, como sistema
interactuando como totalidad, su estructura sufre cambios gatillados por esas
interacciones pero no especificadas por ellas. Por otro lado, cuando la estructura del
sistema cambia, ya como resultado de su propia din�mica o como resultado de las
interacciones del sistema como totalidad, el dominio de las interacciones y relaciones
del sistema como totalidad, cambia tambi�n.

O, puesto en otros t�rminos, hay dos consecuencias b�sicas de esta din�mica de
generaci�n rec�proca de cambios entre los dos dominios fenom�nicos:
primero, los cambios estructurales que un sistema sufre en su historia individual,
necesariamente siguen un curso contingente a la secuencia de interacciones del
sistema cuando opera como totalidad en su dominio de existencia, y
segundo, las interacciones actuales que un sistema sufre, y de ah�, los cambios
estructurales gatillados en �l, siguen un curso contingente a los cambios estructurales
del medio cuando este cambia en una manera operacionalmente independiente del
sistema que contiene (Maturana, 1987)

Maturana indica que el curso que siguen los continuos cambios estructurales que un
sistema viviente sufre durante toda su vida, es contingente tanto al curso de su
din�mica interna como al curso de sus interacciones, y que el curso seguido por las
interacciones de un sistema viviente durante toda su vida es contingente al curso de
sus cambios estructurales y al curso de cambios estructurales que toman lugar en el
medio. En estas circunstancias, el observador puede entender a un sistema viviente
solamente si �l o ella se mantiene conscientes de que los sistemas vivientes existen en
dos dominios fenom�nicos que no se intersectan y mantiene esta doble mirada que no
los confunde, y si �l o ella, asimismo, se mantiene consciente de la manera de
modulaci�n mutua de los fen�menos de esos dos dominios.

Maturana adem�s sostiene que lo que un observador ve como conducta es una
din�mica de cambios que involucra a dos sistemas operacionalmente independientes: el
sistema viviente y el medio. La conducta, por lo tanto, pertenece al dominio de las
relaciones del organismo, no al organismo.

La conducta como la relaci�n entre un sistema viviente operando como totalidad y el
medio operando como una entidad independiente, no toma lugar en el dominio
anatomo/fisiol�gico del organismo, pero depende de �l. En otras palabras, los
fen�menos anatomo/fisiol�gicos son necesarios para que la conducta pase, pero no la
determinan porque ellos est�n involucrados en la operaci�n de s�lo uno de los
participantes en la din�mica de relaciones que constituye la conducta, o sea, el sistema
viviente. Es solamente el observador que conserva la doble mirada al atender
simult�neamente o en sucesi�n, a la din�mica estructural de un sistema y a su relaci�n
como un todo, quien puede hablar de una relaci�n generativa entre los procesos de la
din�mica estructural de un sistema viviente y los fen�menos de su dominio de
conducta.

Lo que un observador ve es que cada una de las diferentes conductas que un sistema
viviente puede exhibir como fen�menos de su dominio de relaciones e interacciones,
surge en cada caso solamente cuando hay una coincidencia entre un din�mica
estructural particular en el organismo, y una configuraci�n estructural particular en el
medio (Maturana, 1995, p. 151),

Concordantemente, la conducta que un sistema exhibe no es ni determinada por �l ni
por el medio solamente, a�n y cuando un cambio estructural particular en un sistema
viviente pueda espec�ficamente interferir con su habilidad para generar una conducta en
particular. La conducta surge y toma lugar en el fluir de las interacciones de un
organismo y el medio; y es una relaci�n din�mica entre los dos.


Sistema viviente y medio
De acuerdo a Maturana, el vivir de un sistema viviente es un proceso de interacciones
recursivas entre el sistema viviente y el medio que cursa como un fluir de cambios
estructurales congruentes y rec�procos. Este proceso toma lugar como un curso, sin
esfuerzo o direcci�n externa, como un resultado sist�mico de sus interacciones
recurrentes como sistemas estructuralmente determinados independientes (Maturana,
1987).

En otras palabras, los sistemas vivientes y el medio cambian juntos en una din�mica de
congruencia estructural a trav�s de su mutuo gatilleo recursivo de cambios
estructurales, mientras que el sistema viviente conserva su organizaci�n viviente
(autopoiesis) y su adaptaci�n al medio (congruencia estructural din�mica operacional
con �l). El observador que ve tanto al sistema viviente como al medio, ve que el
sistema viviente se desliza en el medio a trav�s de sus continuos cambios estructurales
siguiendo un curso en el que conserva su organizaci�n viviente (autopoiesis) y su
congruencia estructural din�mica con el medio (adaptaci�n), o se desintegra. Debido a
esta relaci�n sist�mica entre un sistema viviente y el medio, la din�mica estructural de
un sistema viviente est� siempre, mientras viva, en una congruencia estructural
adecuada con el medio para la realizaci�n de su vida. Cuando tal coincidencia
desaparece, el sistema viviente muere (Maturana y Mpodozis, 1992).

Maturana propone que un sistema viviente existe tanto en el dominio de su din�mica
estructural como en el dominio de sus acciones e interacciones como totalidad, y que
estos dos dominio no pueden ser reducidos uno al otro. En este sentido, el dominio de la
conducta no puede ser reducido al dominio de la fisiolog�a.
Las teor�as biol�gicas de la depresi�n lo hacen al mantener que este fen�meno se debe
a una deficiencia bioqu�mica en el cerebro. Ciertamente, esto �ltimo hace posible al
fen�meno pera la depresi�n en s� pertenece solamente a la relaci�n. Por ejemplo, un
"ser deprimido" que est� protegido y alimentado en el �tero no est� "deprimido", y lo
que parece ser la restricci�n de su actividad, es su modo normal de ser como feto.

Por lo tanto, la depresi�n no est� localizada en la situaci�n bioqu�mica sino en la
relaci�n entre organismo y medio. Adem�s, Maturana mantiene que la no intersecci�n
de los dominios fisiol�gico y conductual, no permite el determinismo gen�tico de la
conducta, y que el entender esto, abre un espacio para aceptar la posibilidad de
cambio en el sistema, y as�, para la psicoterapia. En otras palabras, desde la
perspectiva de Maturana, no podemos hablar de determinismo gen�tico de la conducta
debido a que la constituci�n del ser del organismo, como una entidad conductual total,
es sist�mica. As�, la identidad de un sistema viviente como una clase particular de
sistema viviente, es un fen�meno sist�mico que surge y es conservado cuando su
realizaci�n participa en la creaci�n y conservaci�n de las condiciones que lo hacen
posible.

En el mismo sentido, si los cambios estructurales de un sistema viviente no est�n
determinados por el medio, sino que el sistema viviente y el medio sufren cambios
estructurales congruentes, la conducta de una persona no puede ser afirmado que est�
determinada por el sistema social al que �l o ella pertenece, como est� impl�cito en las
teor�as que enfatizan determinismo ambiental. Tampoco podr�a ning�n terapeuta o
psicoterapeuta determinar los cambios que toman lugar en el sistema del paciente. La
psicoterapia merece un comentario adicional en relaci�n con la identidad sist�mica. Una
din�mica sist�mica �como ya se dijo� es una din�mica relacional que mantiene cierta
identidad en un sistema. Pero ninguna persona es unidimensional debido a que hay
muchas dimensiones de interacci�n para cualquier sistema vivo.

Desde un punto de vista psicoterap�utico, la dificultad frente a un cliente que pide
ayuda est� en encontrar una dimensi�n de interacci�n que no pertenezca al dominio de
conservaci�n de la identidad no deseada, a trav�s del cual el terapeuta pueda gatillar
cambios estructurales internos en el cliente que resulten en una interferencia con la
din�mica de conservaci�n de esa identidad no deseada.

El concepto de autopoiesis
De acuerdo a Maturana y Varela (1972), un ser vivo es un sistema autopoi�tico
organizado como una red cerrada de producciones moleculares, en la que las mol�culas
producidas generan la misma red que las produjo, y especifican su extensi�n. La
autopoiesis es la manera de existir de un sistema viviente y su manera de ser una
entidad aut�noma. Como tal, los sistemas vivientes viven tanto como conserven su
organizaci�n, y todos sus cambios estructurales ocurren con la conservaci�n de su
adaptaci�n al medio en el cual ellos existen. Para un observador, esta organizaci�n
aparece como auto-referida. En estas circunstancias, yo creo que Guidano est� en lo
correcto cuando afirma:

"El ser temporal de todo sistema conocedor individual debe ser entendido como un
proceso de auto-organizaci�n en desdoblamiento que, a trav�s de su desarrollo de
maduraci�n de habilidades cognitivas m�s altas, construye progresivamente un sentido
de auto-identidad dotado con rasgos �nicos inherentes y con una historia de
continuidad, cuyo mantenimiento es tan importante como la vida misma" (Guidano,
1991b, pp. 9.)

"El mantenimiento de un sentido de individualidad y de personal unicidad a trav�s de lo
largo de la vida, resulta de la actividad autopoi�tica del individuo". (Guidano, 1991a, pp.
52).

Pero Maturana piensa que la existencia y la conservaci�n de la auto-identidad humana
es un fen�meno social derivado de la existencia humana en el lenguaje. Y tambi�n
piensa �l que es debido que el s�-mismo (self) es una manera de existir en el lenguaje,
es posible cambiar al s�-mismo a trav�s del lenguaje, y de ah� que la terapia es posible.
Por supuesto que todo esto toma lugar dentro de los l�mites de la conservaci�n de la
autopoiesis, porque si no, el ser vivo se muere.

De acuerdo a Maturana, para un observador la dependencia final del ser humano
viviente en la conservaci�n de su autopoiesis, puede obscurecer el darse cuenta de que
el s�-mismo humano y su conservaci�n son rasgos de la existencia humana en el
lenguaje. Adem�s, de acuerdo a Maturana, los principales aportes en relaci�n con la
noci�n de autopoiesis son, por un lado, la respuesta a la pregunta �qu� es un ser vivo?,
y por el otro lado, un cambio en la manera de ver a los seres vivos de manera que el
determinismo estructural aparece como fundamental para entenderlos en todas sus
dimensiones.

Una vez que esto se hace, la referencia a la autopoiesis deja de ser necesaria, ya que
queda impl�cita al hablar de los sistemas vivientes, y la biolog�a del conocimiento puede
ser desarrollada completamente como una explicaci�n biol�gica de la cognici�n al
respetar el determinismo estructural de los seres vivos. Si los sistemas vivientes no
pudieran ser entendidos como sistemas determinados estructuralmente, la cognici�n no
pudiera ser explicada como fen�meno biol�gico.

De acuerdo a Maturana, el determinismo estructural, como una abstracci�n de las
coherencias de la experiencia del observador, es anterior a la noci�n de autopoiesis
porque es necesario aceptarla para entender a los sistemas vivientes como sistemas
autopoi�ticos. Una vez que tenemos al ser vivo como sistema autopoi�tico, pueden ser
manejados todos los dominios de su existencia. Cuando Maturana habla de un sistema
viviente como un sistema determinado estructuralmente, �l ya est� implicando la
autopoiesis.

En otras palabras, Maturana habla de determinismo estructural cuando �l habla de los
seres vivos como sistemas autopoi�ticos, y una vez que el considera al ser vivo como
un sistema autopoi�tico, �l habla de sus dos dominios de existencia. Cuando el
considera los dos dominios de existencia, �l habla del espacio de las relaciones. Y
cuando �l considera este �ltimo, y la fisiolog�a, el puede hablar de la identidad de un
sistema viviente como un fen�menos sist�mico, y ya no necesita apelar a la
autopoiesis.

En la psicoterapia, esta mirada de Maturana nos permite ver que los cambios que un
cliente puede experienciar est�n ligados a su identidad sist�mica. En otras palabras, el
paciente cambiar� solamente hasta el punto que la realizaci�n de su organizaci�n como
sistema viviente no est� en riesgo. De esta manera, la efectividad de la psicoterapia
siempre tiene un l�mite, y los bordes son puestos por el paciente, no por el terapeuta o
el sistema terap�utico.


CONSIDERACIONES BIOL�GICAS

Recursividad
De acuerdo a Maturana (1995), hay una recursi�n siempre que el observador puede
afirmar que la reaplicaci�n de una operaci�n ocurre como consecuencia de su aplicaci�n
previa. Hay una repetici�n siempre que un observador pueda afirmar que una operaci�n
dada es realizada de nuevo independientemente de las consecuencias de su previa
realizaci�n. Por lo tanto, lo que hace recursi�n o repetici�n a una operaci�n recurrente
dada, es su manera de asociaci�n con algunos otros procesos. Una consecuencia de
esta condici�n es que cualquier proceso circular puede ser recursivo o repetitivo de
acuerdo a su asociaci�n con otro proceso en el mismo o en otro domino diferente.

Otra consecuencia es que siempre que el observador vea una repetici�n, �l o ella ve
que todo permanece igual, y siempre que el observador ve una recursi�n, �l o ella ve la
aparici�n de un nuevo dominio fenom�nico. Maturana clarifica estas distinciones por
medio de un ejemplo:
Si las ruedas de una carro giran patinando, el carro no se mueve, se mantiene en el
mismo lugar, y el observador ve el giro de la ruedas como repetitivo. Sin embargo, si las
ruedas de una carro giran de tal manera que su punto de contacto con el suelo cambia,
y en cada nuevo giro las ruedas empiezan de una posici�n diferente que la anterior
como resultado de tal cambio, el observador ve un nuevo fen�meno, el movimiento del
carro, y considera que al girar de las ruedas como recursivo.

Otro ejemplo es lo que pasa en un campo con los nutrientes del suelo cuando se planta
el mismo cultivo a�o tras a�o. Cuando esto se hace, la siembra recurrente se hace
recursiva porque da lugar a un nuevo fen�meno, es decir, al depletamiento de los
nutrientes del campo mencionado (Maturana, 1995, pp. 53.)

Otro ejemplo de recursividad en psicoterapia. En psicoterapia el encuentro del
terapeuta con el cliente ocurre cada vez en un nuevo estado alcanzado por el cliente y
el terapeuta despu�s de su cita previa. Esto es obvio, pero lo que es interesante es
que cuando esto pasa, un nuevo fen�meno aparece que es un cambio en la manera en
que el cliente se ve a s� mismo y el mundo que �l o ella vive. Dependiendo de la
naturaleza de este cambio, la terapia es exitosa o no.
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